Les comparto mi nueva obra. Esta titulada ''Corazón De Yeso''
Para hacerla me inspire en la canción ''Show Must Go On'' de Queen, el discurso previo a la canción ''Teeth'' que hacia Lady Gaga en el Monster Ball, ''Final Del Juego'' de Julio Cortázar y el libro ''También Las Estatuas Tienen Miedo'' De Cecilia Pisos. Y aquí esta:
En mi blanco rostro repiqueteaban gotas de una postrera lluvia. El maquillaje que llevaba se caía, uniéndose al grito de ‘’¡Magdalena!’’. La gente depositaba sus monedas esperando a que yo cambie de postura. Sin embargo, mi dócil resentimiento era lo que predominaba a las emociones que rondaban por mi conciencia. Piel de arcilla, pies de mármol. Caen artistas de todos lados mientras miro a la multitud en un frenesí de consumismo, yendo y viniendo, sin rumbo, y nadie se paraba a mirarme. Espero.
Finalmente, y a la reacción de recibir 5 billetes, cambié mi postura. Pasaron sino seis horas hasta el fin de turno.
Una vez que pude bajarme del pedestal, Gabriela se me acercó.
- ¡Magdalena! No entiendo cómo soportas semejante trabajo – dijo
- No es un trabajo. Es un pasatiempo
- Bueno, bueno, no importa…
- ¿Necesitas algo?
- Sí. A vos. Necesito una artista de tu categoría en el evento que voy a ofrecer. Tenemos bailarinas, pintores, actrices y mimos. Pero nos falta una estatua viviente. – dijo
- Esta bien, voy a ir
Luego de informarme los datos del lugar, me dirigí a mi casa.
Fui a dormir temprano. Al acostarme, soñé con la fiesta de Gabriela. Me imaginaba a mí, haciendo la perfecta pose. Y de repente un demonio blanco, cubierto de polvo, venía y demostraba su repugnancia hacia mi show. Luego arruinaba mi postura moviendo mi pierna. Entonces desperté y lo anoté todo.
Ese sería mi show. Un drama petrificado del diablo tratando de profanar a la Magdalena.
Mi inconsciente se estremeció. Mi corazón palpito a su nivel máximo mientras mi mente reproducía ese tétrico escenario.
Antes de practicar debía contratar a algún modelo que actúe de demonio. Alguien que pudiera permanecer quieto, callado, en su rol. Así que fui a la agencia de modelos y el único que se ofreció fue uno al que llamaban ‘’Lucifer’’. Según sus compañeros, era el más iracundo, pero el mejor actor.
Llegó el gran día. Cuando arribamos, el parque donde radicaba la fiesta estaba lleno. Nuestro pequeño lugar reservado era gris y seco. Pero era el perfecto ambiente.
La gente pasaba y nos veía, en una icónica pero provocativa escena que mezclaba la cultura bíblica ancestral, con el profano shock post-moderno de los años 50. Cuando por fin conseguimos unos 5 pesos, Gabriela corrió, sosteniendo mi celular, con lágrimas en los ojos. Mi mejor amiga estaba internada por heridas graves. Una moto la había atropellado. Pero yo estaba en mi rol. El espectáculo debía continuar.
Sentí como mi corazón se congelaba y trataba de salir, caer, y romperse en mil pedazos. Una abeja se acercó a mi nariz y se posó en ella. Mi sobrina Julia me advirtió ‘’¡Cuidado Con Las Abejas!’’
‘Lucifer’ estaba exhausto. Sus piernas se humedecían por el sudor y a los 10 minutos de este incidente se hartó de el cansancio y se fue.
Entendí que quedaba yo. Una niña morena depositó dos monedas en el sombrero. Así me senté en posición fetal y lloré sin mover un músculo. Nadie volvió a proporcionar dinero. En ocho horas de trabajo, conseguí nada más y nada menos que 7 pesos. Lloré. Lloré mucho.
Visite a mi amiga, que paso a encontrarse en estado vegetativo. Mi corazón se quebró. Como un yeso. Como el corazón de una estatua. ‘’El show debe continuar’’ decía Freddie...Pero si el show sólo puede seguir si quien actúa esta bajo las condiciones.
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