lunes, 20 de mayo de 2013

Taller De Escritura: Guerrera Del Vacío (Por Matías Kunica)

Guerrera Del Vacío

(Inspirado en El Manifiesto De La Madre Monstruo de Lady Gaga)

  Soy Aradia Capricornio. Escribo esto para desahogarme por mi reciente condena.
  Hace millones de años, en los confines espaciales de Capricornio, el nacimiento de criaturas con mágicas y magníficas proporciones tomo lugar. Mi nacimiento. Fue como la mitosis del futuro empezó, que se percibió que este infame momento en la vida no fue temporal, si no eterno. Y así se creó una nueva raza entre la raza humana, una raza que carecía de prejuicios, de exclusión, pero de libertad sin límites.
Pero ese mismo día, cuando mi eterna madre daba a luz en el multiverso, otro nacimiento tomaba lugar. El nacimiento del mal. El espíritu confundido de mi madre se dividió en dos, rotando en agonía entre dos poderosas fuerzas. La Maligna Madre intentó destruir la creación de su paralela.
  Lo hizo. En Capricornio solo quedamos ella y yo. Me escapé para sobrevivir a la escasez alimenticia de mi planeta. Así el péndulo de tiempo inició su baile.
La Maligna Madre se apoderó de los milenarios reptiles que habitaban en mi planeta, convirtiéndolos en esclavos y soldados con el fin de conseguir traerme de vuelta a Capricornio.
  Cuando llegaron a la Tierra, yo aún no lo sabía, pero mi mente de millones y millones de años reconoció su vibra en este extraño planeta. Parece fácil, imaginaras, tratar de conservar mi esencia en la Tierra, un lugar lleno de lujos, gravitando instantáneamente y sin titubeos hacia el bien. Pero los lujos no son más grandes, ni opacan lo que esta ‘’tierra’’ tiene por montones: Prejuicio.
  Así, siempre intentando ser fiel a mis raíces, me pregunté:
¿Cómo puedo proteger algo tan perfecto sin recurrir al mal?.
Los astutos ovíparos localizaron que me encontraba en la costa de Estocolmo. Yo, no. Era la incertidumbre de pasar de flotar en el infinito firmamento a un lugar lleno de peligros y límites físicos que me atosigan al darme vuelta.
  Vi venir a los soldados, por lo que me oculté. Tuve que nadar hasta la fría y nevada Finlandia. Pero quien encuentra una vez encuentra dos veces. Desde ese momento supe que la Maligna Madre no solo contaba con esclavos fuertes y preparados, sino que también entrenó reptiles astutos y rápidos. Mi espíritu guerrero quiso salir, por lo que hice un disfraz con un oso polar muerto que encontré. Con culpa y remordimiento lo destripé y me metí dentro de él, camuflándome el tiempo que pude, ya que en un determinado momento sacaron su avanzado escáner biológico de rayos ultrarrojos, que develó las condiciones de cada ser vivo alrededor, en busca de compatibilidad con las propiedades capricornianas. Solo un ser lo era…un oso polar. 
  Ambos soldados corrieron hacia mí, yo corrí hacia adelante. Al estar en un planeta desconocido, mis capacidades extra-terrestres se durmieron, por lo que no podía volar, solo resistir altas temperaturas.
  Entonces vi un vehículo de cuatro ruedas que giraban sobre el piso. Me abalance sobre él y quedé en su parte superior. Iba a velocidades inalcanzables para mí, no para los reptiles de Virgo. Dos de ellos cruzaron el camino y detuvieron con sus cuerpos a este vehículo. Los seres en esta caja con ruedas salieron llorando sin rumbo, mientras que los soldados me llevaron a la nave de la Maligna Madre. Allí estaba ella, esperándome. Yo nunca la había visto, pero puedo ahora describirla y reconocerla. Es rubia, sus facciones son similares, por no decir iguales a las mías. En realidad, era igual a mi madre. Sólo que no tenía los característicos pómulos puntiagudos de mi raza. Sus atrapantes ojos azules me dejaron tiritando, curiosa por el parentesco con esa malvada alma opuesta, oriunda de Cáncer, dando a luz infinitamente.
La Maligna Madre, jugando con una super nova entre sus dedos, me preguntó:
- ¿Qué te atrae de la tierra?
- El peligro. – contesté – Todo me gusta de ella
- Eres del espacio, la Tierra es una derivación totalmente inferior de las constelaciones
- Pues yo creo que es perfecta para mí-replique.
-¿Perfecta? La perfección no existe. La perfección es la palabra que los humanos usan para hablar de nosotros, pero nosotros no existimos, somos criaturas de ocultismo y misterio, vacío y oscuridad. No podemos darnos el lujo de amar.-Dijo
- ¡YO NO ESTOY DE ACUERDO! – le grité.
  Ella introdujo la super nova en su pupila, cerró sus ojos y al abrirlos envió un rayo a través del cuarto. Inmediatamente los soldados me llevaron a una cárcel. Estuve ahí por millones de años, que en Capricornio son como días terrestres. 
  La Maligna Madre no contaba con que mis capacidades se despertaron. Entonces le hice un juego al guardia. Si no adivinaba el nombre de mi hermana mayor en 50 intentos, me dejaba salir sin consentimiento de la Maligna Madre. Si no, además de estar condenada, sería su esclava.
Incluso con su presunta mente superior, y con su detector de mentiras mecánico, no lo logró. El nombre de mi hermana era Circe. Salí ganando y lo despidieron.
  Al fin fuera de la cárcel, me lancé sobre la Tierra, cayendo como meteorito. Un hombre me seguía. Pero no 
era humano, estaba en el espacio. Era hijo de la Maligna Madre, pero no le presté atención. Todos sus hijos eran varones, todos los hijos de la Radiante Madre somos mujeres. Él se llamaba Hermes. 
  Cuando llegué a la Tierra todo estaba destruido. La vegetación cubría los edificios. Hermes vino hacia mi y dijo:
- ¿Qué es esto?
- La Tierra. Es de donde vienen los humanos. Son perfectos… o lo eran. – le contesté.
- Mi madre dice que los humanos son híbridos de la luz y la maldad. Un lado bueno y un lado malo…Que estupidez – dijo.
- Pero, entonces…son hijos de hombres y mujeres… ¿Juntos?
- Así es.
- Lastima que ya no existen – dije – Estuve mucho tiempo fuera
- Sin embargo podemos empezar de nuevo.
- ¿Tú y yo?...Bueno. Si es por salvar la Tierra

  Luego, o mejor dicho, ahora, me doy cuenta de que el método que los humanos usan para procrear es un tanto…muy diferente. Los constelarios de lugares como Capricornio, o de Cáncer, como Hermes, sólo debemos fusionar estrellas nuevas que contengan la esencia de nuestros espíritus. Y a los trescientos años, se da a luz. 
  Así como mi madre, parí a infinitos seres, que combinaban la inteligencia de mi madre, con la artística maldad de la de Hermes. Ahora, después de tener 35.000 millones de hijos, vivo en un campo de Francia. Hermes y yo perdimos nuestras capacidades estelares. Tengo un ‘’perro’’, como le dicen acá, pero él dice que se llama Dalmiro.
Espero volver a Capricornio algún día.

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